miércoles, 5 de septiembre de 2012

Dramaturgia de objetos


 Desde el punto de vista del director artístico de un filme, un reloj, un cuadro, un adorno sobre una mesa… son elementos de un decorado que imitan un espacio real o bien cumplen una misión que va más allá de la puramente referencial, configurando espacios simbólicos, barrocos, minimalistas, etc. Ahora bien, nos quedamos cortos si pensamos que los objetos en el relato son los elementos con los que: 1) se compone el espacio de la fábula (forma del contenido); y 2) se completa la cadena de motivos visuales que da plasticidad a la película (forma del la expresión), como por ejemplo, los objetos con espejos y vidrios (ventanas, gafas, prismáticos...) en Chinatown (1974). 

Cualquier objeto sobre el que la puesta en escena llame la atención es algo más que una parte del atrezzo y del sistema de imágenes. Si sobre una mesa hay un abrecartas, es porque en un determinado momento será un arma. Si nos fijamos en un extintor, es porque luego servirá para apagar un fuego. Es así como un elemento aparentemente insustancial y pasivo cobra un papel fundamental en el proceso de producción del relato.

De hecho, las funciones narrativas de los objetos pueden ser tan variadas que es pertinente hablar de una dramaturgia de objetos. En otro momento analizaremos los objetos de la escena que construyen el leitmotiv o plasmación metafórica del tema, de modo que aquí el objeto se vincula con la construcción del pensamiento del guión. Ahora vamos a referirnos al papel que juegan en la caracterización y en la fábula.
 Los objetos, en efecto, cumplen un papel muy relevante en la composición del personaje. Señalan rasgos y roles: atributos . Basta ver la estrella del sheriff, la barita mágica del hada, la corona del rey, la cruz de los cristianos… para saber ante quién estamos. Incluso algunos objetos personales son tan importantes que sus dueños les dan un nombre propio. Por ejemplo, los caballeros ponen nombre a sus espadas (Excalibur, Tizona…) y a sus caballos (Bucéfalo, Babieca…). En Ciudadano Kane ( Citizen Kane , 1940), son muy importantes el pisapapeles de cristal y el trineo. El primero contiene un paisaje nevado que remite a la infancia del personaje y al segundo objeto: el trineo. Éste tiene también un nombre, Rosebud, que, al ser pronunciado antes de morir por el magnate, se convierte en el tema de la investigación periodística. De hecho, en ocasiones, un personaje se define por su relación con toda una liturgia o ritual de objetos. Un caballero lleva armadura, espada, escudo, alguna prenda de su amada… Igualmente sabemos qué es un vampiro por su reacción ante crucifijos, ajos, estacas, espejos…

En cuanto a la fábula o acción, en muchos casos, un arca, un anillo, oro, dinero, joyas, una bicicleta… ocupan el puesto de Objeto en el modelo actancial, es decir, es aquello que quiere el sujeto. También puede ocupar el puesto de Ayudante si se trata, por ejemplo, de un auxiliar mágico.

En otros casos, los objetos que son pruebas o pistas de algo: un crimen, un robo, una estafa, una infidelidad… Me refiero a facturas, cheques, pañuelos con sangre, el arma del crimen, fotografías, una cinta de vídeo... En el western Camino de la horca ( Along the Great Divide , 1950), el reloj hallado en la escena del crimen servirá para exculpar a un inocente y condenar al verdadero culpable.

También hay objetos que actúan como un emblema, es decir con una función de metonimia , ya que, por ejemplo, una parte de una persona (el objeto: unos zapatos, un amuleto, etc.) alude a toda la persona. Así sucede con la polvera rota de Fran en El apartamento ( The Apartment , 1960), gracias a la cual Buddy comprende que la mujer a la que ama es la querida que su jefe lleva a “su” apartamento. 

Y, por supuesto, los objetos se usan con un valor simbólico. Un cofre, un arca, una vasija… pueden ser la Caja de Pandora, como en
 Kiss Me Deadly (1955). 

Para resaltar estos objetos especiales, la narración audiovisual se sirve una figura retórica que se llama
 catáfora . La catáfora es una figura literaria de tipo semántico que consiste en colocar una palabra al final de la frase, de tal forma que cuando llegamos a ella la frase adquiere un verdadero sentido. Por ejemplo. “Esto es amor; quien lo probó lo sabe.” En el cine, el procedimiento consiste en mostrar una imagen que, de alguna manera, es enfatizada en esa primera aparición, para después revelar su verdadero significado. Por ejemplo, el picador de hielo de Instinto básico ( Basic Instinct , 1992) aparece primero como un simple picador de hielo y luego es el arma del crimen. En Extraños en un tren ( Strangers on a Train , 1951), la catáfora es el mechero que el asesino perderá en el lugar del crimen y, en Chinatown (1974), son las gafas en el estanque. La catáfora, en definitiva, es la imagen que otorga una especial relevancia a otra imagen ya vista: la da pleno sentido.

Naturalmente, cabe la posibilidad de que un objeto cumpla varias funciones dramáticas al mismo tiempo. Puede representar el rol de un personaje, ser la meta, poseer un carácter simbólico y expresarse como metonimia y catáfora.
 

En el enlace del vídeo se encuentran algunos ejemplos de todo lo que hemos referido. Seguro que tú coneces más ejemplos. ¿Recuerdas alguna otra película o serie donde los objetos adquieran gran relieve dramático? ¿Qué función tienen? ¿Atributo? ¿Meta u objeto? ¿Con qué simbolismo juega?






viernes, 10 de febrero de 2012

CABECERA

Todo texto que tenga en sí un discurrir o una diégesis temporal, que implique una lectura temporal o posea el tiempo como esencia de su arte requiere de un comienzo: una novela, un ballet, una canción, una película… y también este blog. Por eso he elegido comenzar esta bitácora con una referencia a las cabeceras o títulos de crédito que introducen las películas y los programas de televisión.

En la narrativa audiovisual las primeras imágenes de un texto se denominan punto de ataque . Desde luego, no son unas imágenes cualesquiera, aunque sí muy distintas según la intención del autor/es de ese texto audiovisual. Hoy, por ejemplo, se “ataca” con el incidente desencadenante, con un fragmento del clímax adelantado, con un resumen de las imágenes más impactantes del episodio que vamos a ver…, momentos narrativos que pueden ir o no acompañados de los títulos de crédito.

Tiempo atrás, en cambio, cuando el ritmo de vida era más pausado y los espectadores tenían menos velocidad de lectura o ejercitaban una lectura más reflexiva, el punto de ataque de un relato o de un programa audiovisual era su cabecera: imágenes fuera de la diégesis propiamente dicha acompañadas de los títulos de crédito. En las películas, estas imágenes servían para introducir emocionalmente al público en la ficción, de modo que la música, la tipografía de las letras, la imagen de fondo, etc. daban el género. Era como la canción de cuna que precede y facilita que el niño caiga en el sueño. Las cabeceras incluso se convirtieron en un arte en sí. Son célebres los títulos de crédito de Saul Bass (1920-1996) para El hombre del brazo de oro (1955) y Vértigo (1958).

La ficción televisiva, marcada por su seriación semanal, dio lugar a un tipo de cabecera que básicamente pretendía mostrar el elenco y recodar la premisa de la serie (de qué va: de periodista, de policías, de médicos…). Por eso consistía, a grandes rasgos, en los personajes “actuando” en sus espacios habituales. En ocasiones hasta se rompía la cuarta pared, es decir, el actor/personaje miraba a cámara y nos sonreía.

En el enlace de las series Lou Grant (CBS, 1977-1982) y Periodistas (Telecinco, 1998-2002) pueden verse dos ejemplos. La primera ganó 13 premios de la academia de televisión y en España tuvo tanto éxito (era la época de la paleotelevisión) que la mayoría de los periodistas que hoy tienen entre 45 y 55 años lo son por esa serie.



Además el lector descubrirá una manifestación de lo que el teórico francés Gérard Genette (1930-), en su obra Palimpsesto (1982), llama transtextualidad : todo texto contiene en sí otros textos. Es decir, la cabecera de Periodistas es una constatación de que, más de cien años después de la invención de la fotografía y del cine, en un mundo dominado por la imagen publicitaria y la comunicación audiovisual, “el fondo de toda imagen es otra imagen”, que diría Serge Daney (1944-1992). Dejo que el lector decida si quienes diseñaron la cabecera de Periodistas plagiaron la de Lou Grant o hicieron un homenaje (una alusión).

Arquetipos: cuerpos andróginos en la publicidad

El spot publicitario es uno de los textos audiovisuales más importantes por sus costes de producción, su poder socializador y su carga poética y simbólica. Llama la atención que una serie de anuncios y de marcas (de perfumes especialmente) trabajen con la imagen de lo andrógino, del ser humano que es varón y hembra, en sus distintas formas:
• Andrógino acoplado: hombre y mujer unidos (normalmente por la cintura).
• Andrógino bisexuado: mujer con características de hombre y viceversa.
• Andrógino alternante: primero masculino y luego femenino o viceversa.
• Ginandromorfo: yuxtaposición de rasgos físicos de los dos sexos (mitad y mitad: hombre del lado derecho, mujer del lado izquierdo).
• Intersexual: ni totalmente masculino ni totalmente femenino.


VER VIDEO CUERPOS ANDRÓGINOS

    La pregunta que nos suscita estos anuncios es por qué lo andrógino está presente en la publicidad televisiva y si, como hemos dicho, la publicidad socializa en qué sentido lo hacen. ¿Estamos ante una estrategia comercial producto de una industria que necesita renovarse para vender y de unas agencias de publicidad que recurren a la provocación para aumentar el impacto del anuncio? ¿Simplemente manifiestan nuestro contexto social: una determinada realidad física (el intersexual), política (el lobby homosexual) y de género (el intercambio de roles entre hombres y mujeres)? ¿Revelan una realidad mental, un arquetipo, en virtud de la cual el ser humano manifiesta su deseo de recobrar la unidad primordial perdida pensando que con ello quedan abolidas todas las tensiones entre los sexos?
Andrógino acoplado